Cierta tarde, ya tarde, estaba…
Cierta
tarde, ya tarde, viendo
el vapor que subía de mi cuenco
blanco de arroz, caí en la cuenta
de que algo se iba para siempre
y aun ahora
sigue yéndose para siempre.
Tenía que comer.
Y me comí mi arroz.
* * *
Conozco mal la obra de Han Kang. Leí hace años La vegetariana, que no me entusiasmó, en la traducción inglesa que, supe después, abunda en interpolaciones. La clase de griego, en cambio, me gustó mucho, y aun más El libro blanco; me parece que, en ambos casos, el aliento poético tiene menos que ver con los experimentos formales de la modernidad occidental que con modelos tradicionales de la sinosfera. Pero hablo a ciegas: la obra de Han Kang es mucho más vasta.
No sé coreano. He traducido este breve poema de la versión al japonés de Mariko Saito. Luego, he confrontado las versiones literales y lineales del original coreano que me han proporcionado tres programas de IA, y aclarado las divergencias. He modificado los cortes de línea de la versión penúltima: el original también avanza encabalgando, pero en distintos puntos. El original puede leerse a continuación.