Flor de niebla
No es flor la flor
y la niebla no es niebla:
muy noche llega
y se va con el alba.
Sueño de primavera:
nube de la mañana.
Hakurakuten/aa
En el año 838, el gobernador de Dazaifu, Fujiwara no Takemori, le envió al emperador un libro que acababa de llegar de China: Poesía y prosa de Yuan y Bo. El envío le valió un ascenso e inició la perdurable fama japonesa de Bai Juyi (Po Chü-i en la transcripción Wade-Giles), el más influyente de los poetas chinos, desde la era Heian hasta nuestros días. Fueron especialmente populares uno de sus poemas narrativos, la «Canción de la pena sin fin», que refiere la historia de la concubina Yuang-kuei-fei (la misma del poema de José Gorostiza), y la «Canción de la biwa»; dos poemas recreados muchas veces en pinturas y replicados, en verso y prosa, en muchos idiomas a lo largo de los siglos. En la interesantísima obra de teatro nô que lleva por título el nombre japonés de Bai Juyi, Hakurakuten encarna el espíritu mismo de la poesía china. Quizá por todo esto me resultó natural traducir un poema chino en una forma de aspiración japonesa, aunque con rimas que son querencia mediterránea.
El original es una cuarteta (o un sexteto, si se toman los hemistiquios de los dos líneas iniciales como versos independientes) que muy lineal y literalmente dice esto:
花非花 霧非霧
夜半來 天明去
來如春夢幾多時
去似朝雲無覓處
Flor no flor, niebla no niebla,
llega a medianoche, se va en el alba.
Llega como sueño de primavera, siempre breve.
se va como nube matutina, quién sabe dónde.
Eliminé en los versos finales la aclaración innecesaria de que el sueño, como la nube, es efímero; queda también implícito que uno y otra vienen y se van. Perdí la repetición de «llega» y «se va», sin duda esencial para la música mental del original, pero no para la construcción de la imagen. Hecho lo cual, y convertida la cuarteta en algo muy cercano a un tanka, me pareció apropiado dar el nombre del autor en su versión japonesa.
El poema es una doble adivinanza. Eso precioso como la flor, inasible como la niebla, que vive entre la medianoche y el alba, efímero como la nube, irreal como el sueño, es una gota de rocío. Impermanencia: tema central del budismo. Pero esa gota de rocío es una amante fugaz: una cortesana, de las que atendían a los funcionarios de segundo rango, como era nuestro poeta. Adivinanza, visión erótica, suspiro filosófico, anécdota transfigurada: realidad de lo irreal, expresado en cosas concretas. En sílabas que han sido muchas veces acompañadas de música, por compositores antiguos y modernos.
Entre los incontables avatares del poema hay dos versiones mexicanas: una de Octavio Paz, que acentúa su carácter filosófico-religioso, en detrimento de la dimensión erótica:
Una flor —y no es flor.
Un vaho —y no es vaho.
A medianoche llega,
se va al romper el alba.
Viene como sueño de primavera
y como sueño se disipa.
Se va sin dejar huella
como el rocío por la mañana.
y otra muy curiosa de Gabriel Zaid que en cambio, procediendo en sentido contrario, da relieve a la estampa de la ajetreada vida funcionaril:
Jira de trabajo
Flores sin flores, neblina sin neblina.
Oscuridad donde nada se salva.
Primavera soñada, matutina.
Llegar a media noche, partir antes del alba.
Tanto la versión de Paz como la de Zaid son, cada cual en diverso grado, aproximaciones y apropiaciones, lo mismo que la mía y otra cualquiera, por más literal que se pretenda o más torpe que resulte. También lo es el poema que Carmen Boullosa escribió luego de leer las líneas anteriores, aunque ya no sea una traducción sino una evocación:
Galán de noche
Es flor que no es flor:
luz que se abre en la noche,
y se cierra al llegar el alba.
Es más flor que flor:
huye de nuestros ojos
con el sueño nocturno.
No es flor, no es flor:
la esperanza, galán de noche,
cerrada como un puño cada mañana.
Amplío aquí una nota publicada en Letras Libres en agosto de 2019 y también la versión que aparece en Muy diversas versiones (Grano de sal, 2025).