Las moscas
dan vueltas
y vueltas
por el centro del cuarto:
en figuras geométricas
a tumbos,
¿qué tratan de probar,
mis ángeles guardianes?
Les di los buenos días al hombre de la puerta
y al que pule las escaleras: buenos días.
Sentado en mi sillón,
sobre un cojín,
yo contemplo, pastor de mi rebaño,
mis diez moscas.
Llegué sin un centavo
y no encontré más que unas cuantas,
nunca les hice mayor caso,
no les pagué,
ni les di de comer o de beber
ni tampoco les hablé nunca
y ¡mira nada más!:
con doce moscas cruzaré el Jordán,
quizá con doce veces doce:
¡no me merezco
tal generosidad!
Me he vuelto pobre, al parecer:
se me fueron mis moscas —salvo una
que vuela dando tumbos
por el cuarto.
Tú no zumbas, mi mosca: estás, sin duda,
perdida en tus pensamientos
Eso está bien.
También yo aprendo a estar callado,
y hace mucho aprendí cómo estar solo.
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