Canción
Muchacha con carmín, ese serbal.
Y entre el camino real y el secundario,
goteantes en la húmeda distancia,
altos entre los juncos, los alisos.
Hay flores en el barro del dialecto
y en el tono perfecto siemprevivas,
y ese instante en que el pájaro que canta
sigue la música de lo que pasa.
He traducido un par de veces este poema de Heaney. Mi primera versión tenía rimas, que surgieron naturalmente, y sigo pensando que a una canción no le van mal, pero no están en el original; la segunda vez conservé solo la última. Ahora he eliminado dubitativamente una sílaba que también hace doce años me hizo vacilar. No estarán de más un par de observaciones.
El serbal y el alisio son dos árboles importantes para la mitología celta. Según ciertas leyendas irlandesas el primer hombre provino del aliso y la primera mujer, del serbal. Así, la visión de la muchacha con carmín, brotada del rojo vivo de los frutos del árbol, alude además a un sustrato mítico. Las siemprevivas son las flores que así se conocen en México y en otros países como inmortales, flores de paja, flores de papel: helichrysum bracteatum. Imagen no de la eternidad sino de lo perdurable.
La última línea cita la frase del gigante mítico Fionn mac Cumhaill, que desafió a sus seguidores, los fianna, guerreros y poetas, a decir cuál era la mejor música del mundo, y les aclaro que no era ni el canto de la alondra, ni la risa de una muchacha, ni el bramido de un ciervo, sino “la música de lo que pasa” —la música de las esferas, pero tal como suena en la lluvia o el arroyo.
No es necesario explicar que los ocho versos expresan un arte poética.
Mi traducción de las siguientes ocho elegías de Heaney es más o menos contemporánea de la anterior.