Si el instante auroral de los Beatles no está en la pausa mínima entre plee-ee-ee-ease y love me do-o, como creo, entonces está en el conteo con que Paul marca el ritmo para empezar I Saw Her Standing There, la canción inicial de Please Please Me, primer álbum del grupo; un conteo que sabiamente George Martin no eliminó, como sí hicieron los editores de la versión usamericana del álbum: “One-two-three-four!» En la voz que emite esas sílabas hay energía, alegría, entusiasmo, confianza retadora y una ambición inmensa que hoy sabemos felizmente cumplida, para el grupo y la entera humanidad.
Y luego la canción misma. Paul ha contado incontables veces la historia de cómo su Well, she was just seventeen, / She has never been a Beauty queen no fue bien recibido por Lennon, que sugirió el definitivo “You know what I mean” —una frase que ahora escandaliza a legiones de tarados, pues obviamente entienden la alusión a una belleza en flor, y por eso condenan que la cante un muchacho apenas mayor—. Y ha señalado también repetidamente el origen shakespereano de los versos “And the way she looked / Was beyond compare”, que remiten a “Shall I compare thee to a summer’s day?”
Well, she was just seventeen,
You know what I mean,
And the way she looked
Was way beyond compare,
So how could I dance with another,
Oh when I saw her standing there.
Pero la gracia de la canción no está en esos equívocos y alusiones sino en la claridad del juego de ojos; en la súbita revelación, en la mirada vista, de la premonición y la inminencia. Es decir, en el salto de the way she looked a she looked at me a I could see. En el paso de la mirada a la visión y a la revelación, que es también el paso de una ella a un tú que se vuelve un yo. La canción es un juego de miradas y una danza de pronombres, camino de unas manos enlazadas —en las que ya se anuncia I Wanna Hold Your Hand— y, luego, de un abrazo
Well she looked at me,
And I, I could see,
That before too long
I'd fall in love with her,
She wouldn't dance with another,
Oh when I saw her standing there.
Well my heart went boom
When I crossed that room,
And I held her hand in mine.
El orden en que sucede la rima inusitada de boom con room es perfecta: la explosión primero, luego el ámbito cerrado en que ocurre. Inmediatamente, la prolongación extática de mine en la línea siguiente es la actualización de ese estallido; un éxtasis prolongado. Hay, además, un eco de Irving Berlin:
I'm in Heaven,
and my heart beats so that I can hardly speak,
canción que McCartney venera. Hay, además, un eco de Eliot:
In the room the women come and go
talking of Michelangelo
resuena claramente en
Well my heart went boom
when I cross that room.
(No tendría que ser necesario recordarlo pero, ya que alza usted la ceja, tenga presente que, gracias a Alan Durband, su profesor de literatura en la grammar school, autor de la serie Shakespeare Made Easy, que sigue vendiéndose bien, McCartney tenía bien leído su Chaucer y su Shakespeare, su Dylan Thomas y su T. S. Eliot).
Si no fuera porque el propio McCartney lo ha señalado, ¿quién repararía en que en el ritmo de I Saw Her Standing There —uno de los grandes himnos del rock de los sesenta— hay un eco de la versión de Stanley Holloway’s de ‘The Lion and Albert’, el poema de Marriott Edgar? (La grabación de Holloway, de 1932, está en YouTube). Así pues, bajo el ulular émulo de Little Richard y el eco de Shakespeare está la música de la juventud de los padres. Muy McCartney todo ello, de aquí hasta el fin.