Flores
En medio de la noche abro los ojos.
En un rincón del cuarto están despiertos
los crisantemos.
Mañana empezarán a marchitarse:
esa belleza en flor es el comienzo.
Antes de hacer el largo viaje,
las flores no pueden dormir,
ocupadas en los preparativos.
Qué encendida quietud.
Almejas
En medio de la noche abrí los ojos.
Había comprado almejas en la tarde
y en un rincón de la cocina estaban
con las bocas abiertas y muy vivas.
«Cuando se haga de día
me voy a comer todas,
una por una».
Solté una carcajada
de vieja bruja;
después de lo cual,
con la boca entreabierta,
esa noche no hice otra cosa que dormir.
Palabras
Vívidamente
flota una línea de un poema
y de pronto se escapa.
Como el pez no pescado
no suele regresar,
pero, a veces, después de meses,
de pronto está otra vez frente a mis ojos.
En junio del año pasado,
en el acuario de Okinawa,
un pez enorme se quedó mirándome
desde el otro lado del vidrio
y se dio media vuelta,
completamente impávido.
Se fue y volvió y se fue.
¿Qué era eso?
¿Ese ojo me miraba?
Para ese pez
¿quién dirá que no fui una palabra?
Muchos de los poemas de Rin Ishigaki (石垣りん、1920-2004) figuran en los libros de texto japoneses y los estudiantes los aprenden desde pequeños. No es esa la causa, sino el resultado de su popularidad, que se debe tanto a la transparencia de unos poemas en los que es invisible el artificio, como a una atención centrada en las cosas cotidianas y, en particular, las de la vida femenina, pero no la de un ama de casa, sino la de una empleada bancaria.
Una vez terminada la escuela primaria, se negó a entra en la secundaria y, a sus catorce años, consiguió por sí sola el trabajo del que se jubilaría a los cincuenta, y que le permitió adquirir libros y dedicarse a escribir los poemas que de inmediato aceptaron las revistas. También, cuando la guerra y la modernización destruyeron la casa y el negocio familiar, le permitió mantener a su padre y su hermano (su madre murió cuando tenía cuatro años).
Aunque su talento fue precoz y la poesía su preocupación principal, su primer libro no apareció sino en 1959 y a los 84, cuando murió, solo había publicado cuatro colecciones de poemas. Una obra ejemplarmente estricta, a la que hay que sumar varias recopilaciones, ensayos y crónicas y antologías.
Quizá estos tres poemas no sean los más celebrados suyos, pero me gustan particularmente. Encuentro admirable todo lo que hay en la mínima viñeta de las almejas: un sentimiento franciscano de simpatía para con las cosas vivas resuelto en vaga pesadilla; goce hedonista y conciencia cruel de la vejez; ternura y miedo y una carcajada. Es, con algo de humor epigramático y algo de delirio surrealista, poesía moral de la especie más alta. No está dicho, pero uno pueda imaginar un hilillo de baba en la comisura de la anciana.
A la fórmula célebre de Berkeley: essere est percipi (“ser es ser percibido”), el poema sobre las palabras parece enfrentar, con la cara impávida de un pez, una pregunta: ¿percibido como qué? La pregunta del verso final es una respuesta: tal vez no somos unos para los otros sino signos en busca de sentido. La viñeta humorística quiere ser un poema filosófico. En el original el pez es “como un ishidai”: oplegnathus fasciatus, una especie propia de Japón sin nombre en castellano.
Ishigaki Rin (1920-2004) comparte la tumba con su madre, que murió cuando apenas había cumplido cuatro años, en el templo Sairinji, de su pueblo natal: Koora, en Minami-Izu, prefectura de Shizuoka. En la lápida hay grabada una cuarteta:
Pacto
No debes decir nada, Mar.
Hasta el cielo guarda silencio.
Quién eres tú y qué soy yo,
nadie lo sabe en realidad.
Son versos de juventud, publicados póstumamente, y, siguiendo el ejemplo de los poetas del Shintaishi, aún no se despegan de la métrica tradicional; hay además una rima, rasgo inusual. En la lápida, curiosamente, cada verso aparece dividido en sus dos hemistiquios, lo que en el libro Limón y ratón (レモンとねずみ, 2008), sólo ocurre en el tercer verso (que suma 7 y 7, no 7 y 5 como los demás). Lo interesante está precisamente en ese verso. ¿Qué persona es el mar y qué cosa soy yo? Desde luego, esa cosa que somos es otra cosa que la materia que dejamos: es otra cosa que la carne y los huesos, que las cenizas y el humo de los huesos. ¿Es otra cosa que una pregunta?
Desde la tumba, la lápida enfrenta el mar de Izu.
Otro poema de ese último libro imagina la tumba como un baño termal: un lugar de reconciliación. Nada nos cuesta imaginar que ese baño mira al mar, lo que en Japón no es inusual.
Tumba
Siempre nos desnudamos,
quedamos en los huesos
y vamos a esa especie de termas familiares.
Todos dicen que es bueno el baño a cielo abierto
y se no se cuentan las generaciones
que han ido entrando en un lugar sin techo.
Un lugar cálido sin duda.
Qué hermosos poemas
Belleza de poemas. Gracias por compartirlos, poeta.